4.12.08

Por amor al arte.-


Los estudiantes de la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano decidieron tomarla como forma de protesta ante la intención del Gobierno porteño de unificar tres escuelas en un Instituto Superior Metropolitano de Artes, lo que no sólo plantea una diferencia conceptual entre el estudiantado artístico y la dirigencia política (¿la escuela o el instituto, las artes bellas o superiores?), sino que también representa una amenaza: “El ISMA no tiene plan de estudios y el gobierno quiere poner a sus rectores a dedo”, denuncian.


Por Nahuel Lag

Buenos Aires, diciembre 4 de 2008 (Agencia NAN-2008).- “¡Profesorado en la Belgrano ya!” El reclamo se multiplica desde el 10 de noviembre, cuando los estudiantes y docentes de la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano decidieron tomarla y comenzar a realizar actividades artísticas como manera de reclamar que el Gobierno de la Ciudad de marcha atrás a la iniciativa de anular el título de Maestro Nacional de Dibujo que la escuela otorga hace 105 años.

La escuela fue fundada por el prócer que le da nombre y, desde entonces, suma años de tradición formando artistas. Ariel Santamarina es uno de los maestros egresados de la Belgrano. Sin embargo, está parado frente a la Legislatura Porteña pidiendo una firma “para que no cierran la escuela”. Ése sentido de identidad es lo que liga a los estudiantes, docentes y egresados con la institución y lo que los empujó a tomar la escuela, que hoy tiene su sede en Barracas, para que el gobierno de Mauricio Macri no avance en la intención de crear el Instituto Superior Metropolitano de Artes (ISMA).

Los caballetes ocupan la mitad de Avenida Mayo, entre la jefatura de Gobierno porteña y el Cabildo. Sobre ellos, las obras de arte de los estudiantes de la Belgrano protestan en silencio, pero con la explosión de los colores acrílicos, el gesto adusto de las esculturas y la profundidad de las xilografías que se apoyan en la estructura del edificio de la Revolución de Mayo.

Las obras intentan que los funcionarios recuerden lo acordado en septiembre sobre respetar el programa de estudio centenario y no reducirlo en la Belgrano. A la escuela se impondría, desde el ISMA, que aún no tiene un plan de estudios, un presupuesto asignado. Y se pondrá a dedo a rectores y consejos académicos.

El ISMA es la iniciativa a través de la que el macrismo fusionaría las escuelas de arte porteñas Belgrano, Lola Mora y Rogelio Yrurtia en un solo bachillerato técnico, sin respetar los programas de estudios particulares ni la identidad de cada escuela. En el caso de la de Barracas, la fusión implicaría la anulación del título de Profesor de Dibujo, ése que la escuela consiguió seguir entregando más allá de La Ley Federal de Educación Superior impuesta por el menemismo.

“Es algo totalmente antidemocrático, que no tiene sustento ni en el presupuesto ni en un plan de estudios”, sentenció Eva Medeiros, presidenta del Centro de Estudiantes de la escuela de Barracas, antes de resaltar que, aún así, la cartera de Educación porteña ya abrió las inscripciones.

Los volantes que riegan el piso dejan clara la demanda: “Respeto a la identidad histórica”, “Los estudiantes no negociaremos nuestras garantías”. El caminito de papeles termina en lo que parece un “homicidio artístico”, una estudiante yace en el piso mientras una compañera le marca la silueta. Pero no. La lucha no terminó ahí, sino que es parte de una de las tantas intervenciones que los estudiantes dejaron en el asfalto porteño.

La encargada de contornear lo que parecía un suicidio romántico es Anabel Castignoli, estudiante de primer año, que asegura que aún no puede creer cómo el arte quiere ser desplazado de la educación: “A través del arte la gente se expresa, dice lo que siente. El ser humano innatamente produce arte porque es su única forma de trascender, de reflejar la historia. Y si hoy estamos en la calle con nuestro arte es porque algo no anda bien”.

Las grandes planchas de madera que fueron el soporte de varias obras, y realizaron un cerco para exponer algunos cuadros y esculturas en plena calle, se abrieron liberando el paso a los estudiantes de ambas veredas --los que estaban frente a la jefatura de Gobierno y los que pintaban a espaldas del Cabildo--, para que se unan y desparramen su arte por toda la avenida.

Uno, dos, tres… diez muchachos levantan la obra más grande de la tarde, la apoyan nuevamente contra el suelo, en el medio de la avenida, de frente a la Casa Rosada. A primera vista, la obra hecha con los restos de todas las demás y con un poco de material recogido de la calle --la “identidad” se hace presente, es imposible no recordar los collages de Antonio Berni, egresado de “la Belgrano”-- puede asemejarse a un árbol navideño cuyas guirnaldas son serigrafías que advierten: “Sin profesores no hay educación”, “PRO-testa”.

Rodeado de policías uniformados y de civil que comienzan a inquietarse y aumentar en número, más que un árbol de navidad, parece un Caballo de Troya. Catriel cursa el tercer año del magisterio y, aunque las clases ya terminaron, está con brocha en mano y barba pintada continuando con la obra colectiva.

“La obra surgió espontáneamente como manifiesto de la furia y el espíritu colectivo de los estudiantes que estamos unidos en contra del gobierno y con la voluntad de defender la escuela. Salir a la calle, si bien es una forma de reclamo, quizá también es una manera de volver a recuperar el espacio público que merece el arte y que merece todo ser humano de estar en contacto con la sensibilidad, y ver las expresiones artísticas de los demás como también participar en ellas para revalorar su espíritu y no creerse que tiene que comprar o ser rehén de seguridades que le crea el capitalismo”, pintó el estudiante.

La protesta de la escuela de Barracas no es aislada. Meses atrás, más de una decena de colegios porteños también tomó las escuelas para después llevar sus reclamos a las calles, que en aquella ocasión atendían a un recorte en el régimen de becas estudiantiles. “Las tomas son una medida muy valorable porque es apropiarse de una educación que es de todos”, indicó la presidenta del Centro de Estudiantes sobre la toma que lleva más de tres semanas en Barracas y que en ese período abrió las puertas al barrio con talleres de todas las disciplinas y con la presencia de intelectuales como Osvaldo Bayer. Y este sábado seguirá con la presencia del artista Antonio Pujía, otro egresado de la Belgrano.

“¡Atentos! ¡Alto!” El grito hizo olvidar a todos de las actividades que se venían desarrollando, cuando frente a los más de cincuenta estudiantes se instaló una fila de policías con botas, palos, escudos y todo lo demás. “¡Arte! ¡Arte!” fue la respuesta estudiantil, tan espontánea como el Caballo de Troya.

La amenaza policial sólo hizo que los estudiantes se sentaran en círculo sobre la avenida a pintar modelos vivos y bosquejar el escenario contrastado entre artistas y policías. El arte callejero estaba amenazado como el título de magisterio, pero el docente de Mural Gerardo Cianciolo se animó a definir la situación y la protesta: “Esto desmitifica que el arte tiene que estar entre cuatro paredes para tener validez y, más aún, cuando está acompañado por un reclamo justo”.

“Menos policía y más educación” quedó fijado con pintura blanca en la calle. Mensaje que no fue el último de los estudiantes de la Belgrano, que continúan con la toma “por tiempo indefinido” mientras esperan que el Gobierno Nacional, la cartera de Educación y la legislatura porteña apoyen la iniciativa de declarar a la escuela como patrimonio cultural, y alejen el arte de cualquier amenaza.