3.2.09

La Falta y Resto en La Trastienda.-


La histórica orquesta murguera uruguaya cambió de lado del Río de la Plata para dar una show en el boliche de San Telmo. Fueron casi dos horas de aquel ritmo que aquí intentó desterrar la última dictadura, aquellos sonidos perdidos cuando se perdió el Carnaval. La consigna estuvo clara --“Anarquía es Carnaval”--, la guitarra precisa y la batería por partes.


Por Nahuel Lag
Fotografía de prensa de Falta y Resto

Buenos Aires, febrero 3 (Agencia NAN-2009).- Las calles de empedrado que suben y bajan hacía el río, la arquitectura colonial, las esquinas con padres e hijos separando cartón para vender. Dos filas: una para quienes estarán de pie y otra para quienes eligieron recibir las vibraciones de la percusión y el timbrar de los vocalistas sentados alrededor de una mesa. Ese fue el marco para que la Falta y Resto --y sus cinco mil tablados de experiencia-- trajera, el último viernes de enero, la historia, los ritmos y las contradicciones sociales del Río de La Plata a La Trastienda de San Telmo. El mismo viernes mientras, del otro lado de la orilla, Araca La Cana, Los Demonios Verdes y La Gran Muñeca, entre otras, esperaban la llamada de apertura del carnaval montevideano.

Unos 400 filomurgueros coparon la capacidad del boliche porteño con ansias de escuchar lo que fueron a buscar: casi dos horas de ese ritmo desterrado por la última dictadura en la orilla occidental rioplatense y que desterró y resistió a la última interrupción militar en la orilla oriental.

El lugar para intentar una corrida, “Rey Momo” en mano, escaseaba. Una señora en la platea, decepcionada porque ninguna “bombucha” de agua iba a impactarla y refrescarla, sacó su abanico y sacudió el aire a su alrededor, cuando faltaban 20 minutos para que La Trastienda se convirtiera en La Trasnoche y una brisa de alegría uruguaya pusiera en escena a los 13 integrantes de la Falta.

“Rascá… la cáscara…” La guitarra criolla de Andrés Vazques lanza los primeros acordes y el coro calienta las cuerdas con el “Baile de más caras”. De galera, como corresponde al director de la murga, Gerardo “Alemán” Dorado es la primera voz que toma protagonismo por encima del colchón que forman las otras ocho, guiadas por él entre ademanes de directo de cámara, de espaldas al público.

El que le hace frente a los porteños es Raúl “Tintabrava” Castro, fundador de la murga junto al difunto Jorge Lazaroff, autor de la letra que presentó a la murga. Para no contrariar a la señora del abanico, reconoce: “Cálido el ambiente”, pero dice es porque están en su casa. Porque, claro, la Falta saltó el charco por primera vez para tocar en La Trastienda y grabó su primer disco en Argentina con el sello homónimo. “¡Volvió La Falta!”, segundo tema y fin de la etapa de presentación.

“Los hombres de corbata que quisieron ser murguistas y no fueron a ensayar”, entonan los primos, sobreprimos, segundas y tercias del coro rojo, negro y blanco --colores clásicos de la murga nacida en 1981--, salteado entre sacos, camisas, corbatas y pantalones. “El letrista” es el tema que condena el olvido: “Cuándo se resolverá el conflicto de las papeleras”, aparece el dilema que divide al “país grande” del “país chico”, en la voz aguda y áspera del más bajito e histriónico de la murga, Orlando Da Costa.

“El poder” y “El Deschave” se ponen en marcha entre los repiques de la batería formada por los platillos del debutante Sebastián Drego, el bombo de Gastón “Ratón” Angiolini y el redoblante de Franco Perdomo. “Si yo fuera el dueño de esta murga”, corean todos contra el poder de Dorado que, como el resto de los rojinegros, recrea el baile desarmado del murguero, sobre el corsé en que se convierte el angosto tablado porteño.

“Parece la momia de titanes en el ring”, lo deschava Da Costa en su rol de cupletero. “Se hacen los militantes y jamás fueron a una pegatina”, apunta el hombre con más carnavales encima. “Somos puros como el agua”, se defienden los murguistas, mientras otros resignados se retiran indignados por el pasillo que quedó entre las mesas, donde estallaron las primeras risas de la noche.

Pero el rulo del bombo los regresa al escenario para confesar: “Son los payasos simples hombres (…) esta es la Falta, que la acepten o la ejecuten”. Los aplausos cerrados dan el perdón.

“Desde hace”, “Ratón”, “Telenovela”, “Cada noche” y “Nunca vista” le pusieron música al popurrí de “Televisión en tercera dimensión” que, aún sin estar enfundados en tubos de lycra para representar monitores de TV (como lo hicieron en el Carnaval de 1993), continuó enlazando a la murga con el público a través de las risas.

Después del show televisivo, TV off. Se apagaron las luces del escenario para que sólo las voces se encargaran de trasportar a la gente a las calles de Montevideo, antes de “Nunca vista”. Ya con el clima montevideano envolviendo las mesas, y a los de pie, llegaron “Las luces del estadio” para retratar las noches de boliche “aguantando el mostrador”.

Preludio ideal para que Castro se calce saco y sombrero tanguero e interprete a “Tatita”, el borracho encargado de contar la historia del primer escrachador de la burguesía uruguaya, que quedó inmortalizado en el espectáculo de la Falta para el Carnaval de 2007: “Anarquía, la leyenda de la murga del Viruta”.

Tachito en mano a modo de redoblante, sombrero, lentes oscuros y traje, Da costa fue el encargado de dar cuerpo a las historias de Viruta. Cada escrache, una entrada a la “lonera” (cárcel). “Buenas tardes, señor agente. Yo estoy del lado de los pobres ¿y usted?” ¡Fiuf!, se lo llevan a Viruta, después de protestar contra los ganaderos, los textiles o las señoras ricas que veranean en el Este.

“Izquierda y derecha” pone en escena la crítica a la dirigencia política de todo credo y hace que se luzca en su función solista-tercia Jorge “Coca” Vidal, además de afirmar la idea con la que empezó el popurrí de Viruta: “Anarquía es Carnaval”.

Leonardo Monteverdi irrumpe con la voz más grave de los primos del coro y comienza “Bajada”. “Lara, lara, larai, rara” es la melodía de la bajada que logra despertar a todo el público. Se animan a hacerle sombra a las voces de arriba del tablado. Los aplausos y el revoleo de un buzo en la platea, al estilo La Sole, le dan el toque autóctono.

Toc, toc, toc suena la latita de Viruta, como preludio de su verso más triste, dedicado al “Último día” del Carnaval y al que Javier Carvalho, una de las voces jóvenes más reconocidas de Uruguay, le pone su impronta. “El cansancio de Pierrot --el payaso del carnaval--, se termina la trasnoche, se cierra el tablado. Nos vamos”. La murga se enfila en trencito antes de perderse atrás del telón.

Pero, fiel a las idas y vueltas que se acostumbran ver en los recitales de rock, la retirada es un amague y la Falta despliega, luego, los bises que quedan. “Colombina” rompe con el quietismo teatral del público de las mesas y logra que una mujer se levante de su silla: la música la induce y el cuerpo lo pide. “Adiós Juventud”, otro tema de Jaime Ross, incluido en el disco Brindis por Pierrot (1986), el más vendido en la historia de Uruguay; hace que el rulo del tambor repique y los rulos de la cabellera de una chica reboten bajo la escalera.

Entre muecas de baile, los rojinegros se desdoblan mientras suena la batería y quedan rígidos frente a los micrófonos, como marionetas que obedecen al manejo de Pierrot, cuando los versos deben seguir andando. Y cuando el clima cálido pasa a ser de carnaval, “Se va la Falta”. Un estreno que será la retirada del concurso, cuando la Falta vuelva a pasar un febrero en las calles de Montevideo. Con “Dicen”, la retirada del concurso de 1982, la batería baja del tablado junto a “Tintabrava”.

“Un verso que surge claro y que queda entre la gente, es mucho más importante que un cantar grandilocuente”. La frase queda y rebota, el tablado ya vacío. No hay ni murga, ni gente de pie, ni sentada, sino Carnaval entre todos. Las puertas se abren y el sonido se escapa por el empedrado a la Costanera sur y más allá.