18.11.10

"Cineclubs itinerantes": la vuelta de las películas al barrio.-

Alondras para Espejos y La Luciérnaga son dos de los grupos que se cargan el proyector al hombro e invitan a los vecinos a pasar un buen rato y ver un buen film. En una plaza, una casa o un centro cultural del conurbano, los emprendedores pasan audiovisuales de cualquier género, debate mediante, con la idea de salir de la lógica comercial de las grandes cadenas.


Por Nahuel Lag
Fotografía gentileza de Alondras…

Buenos Aires, noviembre 18 (Agencia NAN-2010).- Elementos en la escena: un proyector y una casa prestada, un centro cultural que abre sus puertas o una plaza. Protagonistas: un grupo de cinéfilos que sueña con recuperar el cine de barrio -frente a la concentración de las grandes cadenas- y grupos de vecinos que, videos mediante, recuperan el valor del debate y la participación. Esos son algunos de los componentes necesarios para las películas que ponen a rodar los fines de semana, al sur del conurbano bonaerense y con entrada gratuita, los cineclubs La Luciérnaga y Alondras para Espejos. Sinopsis: “El cine no como mero pasa tiempo, sino como una herramienta para preguntar y, sobre todo, para preguntarse primero '¿Quién soy?' y revalorar después el '¿Quiénes somos?'”, captura Guillermo Gugliotti, fundador de Alondras para Espejos en diálogo con Agencia NAN.

La puerta de la casa de Guillermo estaba abierta. Era su cumpleaños, pero esperaba a alguien más que a sus familiares. El proyecto de Alondras para Espejos necesitaba un primer espacio de proyecciones. Llegaron dos vecinos-espectadores: “Se quedaron para ver la peli y hasta para la torta”, recuerda el cumpleañero. Fueron los primeros seis meses en los que era difícil convocar a los vecinos y por timidez no pasaban el umbral de la vivienda-sala, una vieja casa chorizo con una habitación acondicionada especialmente por el proyeccionista. A principio de 2010, el Centro Cultural El Derrumblé (Eugenia de Burzaco 716, Burzaco) abrió las puertas a estos ciclos de cines, los vecinos comenzaron a perder la timidez y el grupo de Alondras incorporó nuevas integrantes.

En la Federación de Entidades de Remedios de Escalada (FERE), desde 2006, los integrantes de La Luciérnaga encontraron un lugar donde apuntalar el deseo de recuperar el cine de barrio. El proyector primero fue prestado, después llegaron las peñas y los festivales para recaudar los pesos necesarios. Las cinco luciérnagas y el único integrante masculino del grupo practican otras ramas del arte, pero todos son cinéfilos. “Entre todos nos reunimos, organizamos, decidimos las películas para proyectar y convocamos a los vecinos. No nos cerramos a ningún género en particular, por eso, la idea es que los vecinos sean los que comienzan a proponer la cartelera”, explica Manuela García, la más novata del grupo.

La participación de los vecinos es variable y la autogestión no permite hacerle frente del todo a la publicidad de las producciones extranjeras que invaden las cadenas de cine comercial, pero los cineclubs, cuando llega el calorcito y comienzan a moverse con el proyector al hombro, tienen una ventaja: “Si la gente no viene al cine, nosotros vamos a la gente”, resalta Manuela sobre las proyecciones que llegaron a las plazas de Remedios de Escalda, Lomas de Zamora, Burzaco y otras tantas del conurbano, además de hacer pie en la Ciudad de Buenos Aires. “El proyector de La Luciérnaga es el proyector del pueblo: donde nos invitan, allá vamos”.

“Sacar el cine a la calle es mágico. Las vecinas se acercan con las sillas de la cocina, otros vecinos con reposeras playeras o con mantitas de picnic. El cine al aire libre tiene otro sabor. Ojalá hiciera calor todo el año”, sostiene Gugliotti, que los tres primeros sábados de diciembre llevará a Alondras… otra vez a la plaza de Burzaco con el ciclo ¡Que Viva La Música!, que se completará con talleres de danza y bandas en vivo. Todo gratuito.

Que los vecinos vean una película en reposera tiene que ver con el objetivo de los dos cineclubs, integrantes de la Red de Espacios Culturales (REC). “Volver al cine el barrio significa que la gente se encuentre con su vecinos, con sus amigos, que diga: ‘¡Che, a vos te conozco del barrio!´. Rescatar el lugar de encuentro que no existe en los cines de los shoppings”, figura Manuela que hace zoom en lo comunitario.

El reencuentro, la comunión entre los vecinos y la lógica del cine de barrio, según el fundador de Alondras…, tiene “como objetivo: cambiar la mirada” respecto del cine, mayormente made in Hollywood, que se exhibe en las cadenas de cine comercial que “transmite otras realidades y otros valores que, por lo menos nosotros, no compartimos”, apunta Guillermo. “Nos interesa el cine como un gran espejo donde reconocernos: nuestros amores, nuestros errores, nuestras pasiones, nuestras luchas, nuestros miedos, nuestra memoria, nuestra cotidianeidad, en una palabra nuestra identidad. Y ese es el cine que buscamos y queremos difundir, o más bien compartir”, señala el referente del alondraje.

Para alcanzar ese horizonte, la reflexión después de cada película es la clave común en Burzaco y Remedios de Escalada. “La palabra debate inhibe un poco a la gente, pero siempre tratamos de generar un ida y vuelta entre los vecinos del barrio para que puedan expresarse, para que la palabra sea un canal y al que no está acostumbrado a participar política o culturalmente que le vaya picando un poquito el bicho”, comenta la luciérnaga.

Hay otras lógicas que también se buscan romper. En Escalada, de a poco empieza a tomar forma una Videoteca Popular que busca ser un videoclub, pero con alquiler gratuito y videoteca de cine independiente, ése que no encuentra difusión en el engranaje comercial. En Burzaco, el proyecto avanza desde la web del cineclub que en su espacio AyE invita a comerciantes y vecinos a publicitar para “cambiar el modo de pensar la relación en el barrio entre los cultural y lo comercial, con el fin de generar espacios culturales gratuitos para todos”, explica Guillermo.

Mientras cada barrio con su cineclub recorre su diéresis. Las organizaciones decidieron enlazar esfuerzos y cumplir “el sueño de participar en actividades juntos, con la idea de que se multiplica el trabajo para alcanzar el objetivo de llegar a la gente y sacarla del aletargamiento de estar frente a la televisión”, asegura Manuela respecto de la Muestra de Organizaciones Comunitarias y Culturales Autogestionadas, que el 5 de diciembre tendrá su tercer encuentro en Claypole.

Proyectar, convocar, crear nuevos espacios, llevar el cineclub a las organizaciones compañeras de ruta en todo el conurbano. Alondras… tiene una consiga para todo esa energía: “¡Nunca Pares!”. “Es casi un grito de guerra. Una eufórica invitación a resistir para todos aquellos que hacen del arte una herramienta para cambiar la realidad impuesta”, dice el cinéfilo que llevó el cine de su casa a la plaza.

Sitio de Alondras: http://www.alondrasparaespejos.com.ar/
Web de La Luciérnaga: http://www.grupolaluciernaga.com.ar/

25.10.10

“Para nuestra identidad hay que reconocerlos”

Dina Picotti, doctora en Filosofía y especialista en estudios afroamericanos, explica en esta entrevista la necesidad de reconocer a los afrodescendientes. Menciona los mitos que existen sobre ellos y las causas de su invisibilización.

Por Nahuel Lag



“¿Usted o alguna persona de este hogar es afrodescendiente o tiene antepasados de origen afrodescendiente o africano?” Por primera vez, un censo nacional contará con la pregunta que permitirá dar cuenta de la tercera raíz identitaria de los argentinos, además de los pueblos originarios y de los europeos, que los trajeron como esclavos. Los censos de 1869, 1887 y 1895 contemplaron consultas por etnia, pero nunca de manera específica para los africanos o afrodescendientes y, desde entonces, se dio lugar a la invisibilización. “Desconocer a los afrodescendientes en el país es no reconocer nuestra identidad, es negarnos”, sentenció Dina Picotti, doctora en Filosofía, autora del libro La Presencia Africana en Nuestra Identidad y creadora de las especializaciones en Estudios Afroamericanos e Indoamericanos de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Untref).



Las guerras internas posteriores a la Revolución de Mayo, la del Paraguay, entre 1865 y 1870, y la epidemia de fiebre amarilla en 1871 son argumentos históricos para sostener la supuesta ausencia de afrodescendientes en el país. “Aunque muchos negros murieron con las pestes y las guerras, porque vivían en las peores condiciones, muchos otros se mestizaron y están presentes. Esas afirmaciones simplistas pretenden ocultar la presencia `afro’ en nuestra población y nuestra cultura”, aseguró la directora de la Especialización en Filosofía Política y docente de Filosofía Política de la Cultura de la Universidad Nacional de General Sarmiento.



Una prueba piloto censal de captación de afrodescendientes realizada por el Indec y la Untref, con el apoyo del Banco Mundial, en 2005 en un barrio de la Ciudad de Buenos Aires y Santa Fe estimó que en la Argentina alrededor de dos millones de personas tienen ascendencia africana. “En el país, se utiliza el término ‘criollo’ para designar a los mestizos de europeos y pueblos originarios, pero hay muchos ‘zambos’ del mestizaje con el negro, con rasgos muy visibles todavía como la tez más oscura, el cabello rizado, ciertos rasgos en el rostro, por ejemplo los labios anchos, y el cuerpo”, resaltó la filósofa, de activa participación en el Movimiento de la Diáspora Africana en Argentina.



–¿Fue el modelo educativo del “ser nacional” impuesto en la década de 1880 el camino hacia la invisibilización de esas culturas presentes en nuestra identidad?


–Al conformarse los estados nación en el continente, intentaron a través de la educación alcanzar una homogenización ciudadana, haciéndolo sobre el modelo “civilizatorio”. Si bien no se justificaba era, en cierto modo, comprensible en ese momento. Lo que no es compresible es, como pedía Juan Bautista Alberdi, que no hayamos sabido adecuar luego nuestras instituciones a las exigencias de la población. Esa tarea requiere conocer y reconocer todos los factores que constituyen nuestra identidad, pero tenemos interiorizados modelos normativos que impiden o al menos obstaculizan percibir y valorar esa diversidad, ver “lo otro”.



–¿Cómo se traduce la invisibilización de lo “afro” en los estudios universitarios?


–Los programas de estudio de las universidades argentinas no son muy diversos a los programas de estudios europeos. No suele pensarse desde aquí, al menos en la dimensión en que debiera hacerse. En algunas universidades aparecen programas de estudios latinoamericanos, pero sea en grado como en posgrado los estudios africanos o afroamericanos no existen o sólo se dan en escasa medida. En Argentina, la historia africana está ingresando como novedad, pero aún no forma parte constitutiva de los estudios.


–¿Qué significaría continuar el camino del no reconocimiento?


–Cuando una persona no se reconoce en su propia identidad no podrá ser nunca nadie, será “copia de”. Cuando las personas y los pueblos no se reconocen a sí mismos, se niegan los propios recursos. Con respecto a la invisibilización de la presencia africana entre nosotros, además de falta de verdad, se trata de autonegación, con referencia a culturas como las negras que son muy fuertes, muy interesantes y valiosas y que, a pesar de todo lo sufrido, siguen vivas. No sólo es necesario registrarlas sino valorarlas.


–Una de las cosas que se le reconocen a la cultura “afro” es la influencia musical.


–Su influencia musical no se da sólo en el tango, el malambo o el candombe, sino que todo nuestro folklore tiene el ritmo básico de 2 por 3, que caracteriza a la música negra. Además, candombe, zamba, tango son palabras de origen bantú, una familia de lenguas que se extiende desde el centro al sur de Africa, de la que eran portadores los esclavos africanos que en mayor cantidad llegaron al país. Para las culturas negras el ritmo musical es el ritmo de la vida, se danza como se vive.



–¿Y cómo eran los africanos que llegaron como esclavos al país?


–Ellos traían de sus lugares de origen una concepción comunitaria muy fuerte. Se nuclearon en cofradías, naciones y sociedades de ayuda mutua, tuvieron sus propios diarios. El sentido comunitario africano se diferencia mucho de la noción individualista moderna europea, para la que se hace necesario un pacto a fin de alcanzar la organización política. Tal sentido aportaría un elemento muy importante en una época en la que hay que repensar lo político en crisis.



–¿Otra enseñanza a rescatar?


–La concepción de vida en las culturas negroafricanas es la de formar parte de la naturaleza y convivir en armonía. Una concepción que aportaría mucho a la preocupación ecológica contemporánea y tanto más relacionada con el modo de pensar de los pueblos originarios que con las ideas adoptadas de la modernidad europea. Los africanos en sus panteones religiosos incluían deidades indígenas porque reconocían que no estaban en su propia tierra, sino que habían sido traídos aquí. Son pueblos que más fácilmente se comunicaban entre sí. El politeísmo que se les atribuía procedió en realidad del malentendido de una antropología eurocéntrica, dado que lo sagrado es único para todo pueblo, aunque se simbolice a través de diversas formas.


–Entonces, ¿qué importancia tendrá el registro de los afrodescendientes durante el censo?


–Significará una mayor igualdad ciudadana, un reconocimiento de los afrodescendientes como ciudadanos, una vía de apertura para superar una negación que se practicó hasta la actualidad. El registro de los argentinos afrodescendientes y la situación social y económica en la que viven pondrá atención sobre los problemas de documentación, de trabajo y de discriminación que aún sufren. La población negra continúa viviendo en las peores condiciones en todo el mundo.

–¿Y en lo simbólico?


–En los primeros censos no se preguntaba por el origen étnico de la persona y si las personas negras estaban en una buena posición económica se las anotaba como blancos o pardos. Esta inclusión permitirá que los que tengan procedencia “afro” comiencen a reconocerse y que la población argentina pueda valorar esa parte de su identidad.


–¿En qué se observa que la discriminación continúa presente?


–En el lenguaje, por ejemplo, se mantiene una forma, a menudo inconsciente, de discriminación. Se continúa diciendo “morocho” y no negro, lo que es un eufemismo. También hay expresiones del tipo “trabajé como un negro”. Esos clichés están presentes porque en algún momento se formaron para rebajar al negro y justificar lo injustificable: ningún ser humano puede ser reducido a servidumbre.


–¿Puede haber falencias en el autorreconocimiento de las personas como afrodescendientes?


–El modelo de hombre blanco europeo es el que se impuso hasta el momento, y lo que no obedece a ese modelo está desvalorizado. Ese tipo de colonización, presente en la sociedad, influye en que muchas personas no quieran reconocer lo que son. Por eso, son muy importantes las campañas de concientización y las conferencias de prensa previas al censo que realizaron las agrupaciones de afrodescendientes, en conjunto con el Indec y el Inadi, para sensibilizar a la población. Hay que resaltar el valor de percibir la propia identidad.



http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-155656-2010-10-25.html



20.10.10

Ningún pibe nace para chorro: una muestra itinerante para romper el discurso hegemónico.-

Con el arte como herramienta y la creación colectiva como disparador, pibes del conurbano bonaerense, Ciudad de Buenos Aires y Río Negro llevan adelante una exposición de fotografía, videos, instalaciones y teatro, que hoy termina su paso por el Centro Cultural Borges para celebrar el sábado en Mu.Punto de Encuentro. “El arte no tiene filtro. Se puede decir lo que se quiera sin preocupación de cómo lo va recibir el otro. Es lo que te pasa y lo sacás. Poner esas herramientas en manos de los pibes de sectores marginados y discriminados es muy valioso”, destaca una de las curadoras de la exhibición.

Por Nahuel Lag
Fotografía de LaVaca.org

Buenos Aires, 20 de octubre de 2010 (Agencia NAN).- El puntapié lo puso la realidad irresuelta en los barrios pobres de todo el país: los derechos como excepción y la discriminación y la violencia –-de bandas delictivas y de la Policía-- como constante. La alternativa la comenzaron a diseñar movimientos sociales, escuelas formales y de gestión social y LaVaca.org, con el arte como herramienta y la creación colectiva como disparador para romper con el mensaje hegemónico de los medios masivos. “Los vecinos del barrio al ver la obra de teatro que realizamos aprecian que alguien cuenta su realidad y no se ven discriminados como pasa en los medios de comunicación, que nunca van a mostrar el barrio sino es para señalar a todos como pibes chorros que consumen paco.” Juan Muñoz cursa tercer año en la Escuela Media N°8 de Virreyes y está seguro de lo que dice e interpreta en la obra de teatro que gira con la muestra itinerante Ningún Pibe Nace Para Chorro, que hoy deja el Centro Cultural Borges (CCB) para hacer fiesta el sábado en Mu.Punto de Ecuentro (Irigoyen 1440, Ciudad de Buenos Aires) y seguir por las escuelas donde niños, niñas y adolescentes filmen, canten y pinten una nueva realidad a la que les fue impuesta.

Un grupo de adolescentes de la Escuela de Gestión Social Creciendo Juntos y los chicos del colegio primario N°58 de Villa Corina, de las localidades bonaerenses de Moreno y Avellaneda, fueron los primeros en ponerle el cuerpo a la campaña Ningún Pibe Nace Para Chorro. La cámara hizo foco en la palma de la mano de Ludmila: “Libertad”. Jonathan y Nahuel resumían todo en con dos carteles: “Soy pibe”, “No chorro”. Las fotos son parte de la muestra itinerante junto a obras murales, cortometrajes, instalaciones y esculturas como la de “Jonathan Laguna”, un pibe cartonero hecho del material que le permite llevar unos pesos a su casa. La muestra se puso en marcha en la escuela de Villa Corina, hoy cerró su paso por el CCB y continuará su andar por el Movimiento Social Dignidad, en Cipolletti, Río Negro.

“A través del arte aprendimos a conocer a los chicos y dar cuenta de todo lo que tienen para expresar. Se puede hablar horas con ellos, pero a partir de los dibujos, los escritos, los poemas se expresan y vuelcan sus problemáticas: violencia, ‘abandono presente’ por parte de sus familias que no pueden contenerlos, falta de comunicación”, apuntó Carla Guille, educadora del Movimiento Social Dignidad. El movimiento se unió a la campaña después de debatir una nota sobre Luciano Arruga -–adolescente desaparecido en enero de 2009, después de rechazar un ofrecimiento de robar bajo el amparo de los oficiales del destacamento policial de Lomas del Mirador--. Esa realidad que une el barrio de La Matanza con los rionegrinos de Las 1200, Mapu y Don Bosco. Los chicos del Dignidad plasmaron su realidad de pibes reclutados por los narcotraficantes y en dos cortometrajes: “Pichón” y “Dos Meses”.

¿Por qué el eje de Ningún Pibe Nace para Chorro es el arte? “El arte no tiene filtro. Se puede decir lo que se quiera sin preocupación de cómo lo va recibir el otro. Es lo que te pasa y lo sacás. Poner esas herramientas en manos de los pibes de sectores marginados y discriminados es muy valioso. A veces, con pinceles y pintura se llega a lugares mucho más profundos que con días de charlas”, apuntó Sasa Guadalupe, actriz, cuentista, titiritera y “curadora” de la exposición.

Si el arte no tiene filtro los chicos y chicas que participan de la muestra tampoco lo tiene para utilizarlo. Samuel y Mauricio no dejan el lápiz y el libro, dicen que escriben cuando van al Dignidad, cuando van a la escuela, cuando están en su casa, cuando duermen no todavía. Escriben, corrigen, le leen a sus compañeros, tratan de buscar una rima para transformarlo al hip-hop. “¿Y Mustafá?”, preguntan por Mustafá Yoda, el cantante de hip-hop que se sumó al grupo de artistas que acompañan la muestra, que mientras siga girando permitirá leer las rimas de plumas como la de Samuel:

La sociedad discrimina y margina a los guachos de la esquina que se ganan la vidasobreviviendo del choreo que permite la policía. La gorra es una horma que forma (y deforma) a los pibes delincuentes que no saben lo que sienten. La yuta está caliente porque la dignidad estátambién presente (…)

La Policía también es una realidad en el barrio Virreyes, en la localidad bonaerense de San Fernando, y el gatillo fácil es uno de sus rostros. La obra de teatro que ponen en escena los estudiantes de tercer año de la Escuela Media N°8 en cada muestra pone en juego la violencia policial, el abandono familiar, el embarazo adolescente, problemas que no parecieran entrar en una solo guión. “Durante la obra interpretamos roles que la gente del barrio vive en carne propia. Por eso, para nosotros es una gran experiencia poder interpretar la obra, no sé si podremos concientizar, por ejemplo, a las chicas para que se cuiden, que no queden embarazadas sino tienen un novio, una casa, pero en el intento no perdemos nada. Actuar es mostrar la realidad del barrio”, aseguró María Salazar, que cursa tercer año en Virreyes. “Los chicos están marcados por lo que se les dice: `negritos´, `villeros´, `chorros´, pero al empezar a expresarse sienten que pueden ser escuchados y no están solos. Al principio, no creen que poder pero el arte tiene la fuerza de la expresión propia y es valorada por la gente”, resumió Juan, otro de los actores de Virreyes.

Villegas es otro de los barrios del conurbano donde la propuesta de campaña llegó para hacerse arte y la artista Veroka Velázquez sumo su experiencia en arte plástico. “Los niños tienen el instinto de dibujar, al igual que el habla son las primeras formas de expresión. Por eso, incentivar el dibujo significa recuperar la infancia en barrios donde a los ocho años los chicos y chicas ya viven como adultos --explicó Velásquez--. Los pibes tienen un mundo que nunca pudieron exteriorizar y no es que a ellos les cuestes expresarlo sino que a los adultos les cuesta escucharlos y lo justifican estigmatizándolos”.

*La muestra itinerante Ningún Pibe Nace para Chorro es el resultado del trabajo colectivo de: lacava.org, Movimiento Social Dignidad, Escuela de Gestión Social Creciendo Juntos, Asociación Civil Vecinos de Villa Corina por un futuro mejor, Escuela Media Nº8 de Virreyes, Escuela de Formación Profesional Nº 24 de Flores, Cooperativa de Trabajo Chilavert, Cooperativa de Trabajo Hotel Bauen, Veroka Velásquez, Mustafá Yoda, Daniela Andújar, Sasa Guadalupe, Hernán Cardinale, Julieta Colomer, Adriana Maidana y Laura Gómez.

20.9.10

La estrategia del caracol


Viven en hoteles e inquilinatos, pero los subsidios habitacionales no se están pagando en el Gobierno de la Ciudad. Página/12 ya reveló que la Subsecretaría de Desarrollo Social directamente cerró por falta de plata. Aquí, las historias de quienes pueden terminar en la calle de un día para otro.


Por Nahuel Lag.

Sociedad-Página/12, 20 de septiembre de 2010.- El 7 de septiembre un grupo de familias integrantes del Encuentro por el Derecho a Vivir en la Ciudad –que nuclea a 30 hoteles e inquilinatos que alojan a alrededor de 500 familias en peligro de desalojo– se concentraron en Pavón y Entre Ríos frente a la Subsecretaría de Desarrollo Social para reclamar el incumplimiento y las demoras en la asignación y el pago de los subsidios habitacionales a cargo de la Dirección General de Asistencia Inmediata. Un día más tarde, como ya informó este diario, la respuesta fue el cierre del edificio. Sin saber con precisión cuándo volverá a atender.

“Ya es sistemático, cuando a la ministra (de Desarrollo Social, María Eugenia Vidal) no le alcanza la plata, baja la ventanilla. Esta es una cuestión de interés político, no puede ser que dejen a la gente en la calle y que sea una odisea conseguir el subsidio cuando el presupuesto está subejecutado”, sentenció Rocío Sánchez Andía, presidenta de la Comisión de Vivienda de la Legislatura porteña. Este diario intentó comunicarse con el titular de Asistencia Inmediata, Pablo Díaz, pero no encontró respuesta.

De acuerdo con un informe de la Comisión de Vivienda, con datos de la cartera social, en los dos primeros años del gobierno PRO, fueron desalojadas diez familias por día.

Página/12 se acercó a los hoteles –que funcionan como viviendas– e inquilinatos, donde los contratos de alquiler son una excepción, para conocer de cerca las historias de tres mujeres que duermen con la amenaza del desalojo y el sueño de la solución habitacional definitiva.

Lejos de casa

Hasta hace unos meses, Gilda vivía junto a su hija, sus dos nietos, y su yerno en una pieza de dos por tres, con un sobrepiso que habilitaba un espacio más, a un metro del techo, para que durmieran sus nietos, nacidos lejos del Perú natal de la familia. Por estos días, está sola: “Mi hija se fue de la ciudad porque tenía miedo por los niños”.

En realidad, tiene una compañía que hacina. En Lavalle al 3300, Abasto, una puerta pesada de chapa es el ingreso para 25 familias al complejo de piezas que funcionan como comedor-habitación-cocina, armadas con divisiones de durlock sobre la estructura de un antigua casa chorizo. El patio es un largo pasillo que comunica las entradas de las “casas”, hechas de sábanas. En el medio, un cuartito esconde dos duchas para todos los inquilinos y la única canilla de donde sacar agua.

Hasta julio, cuando llegó una carta documento del Juzgado Nacional en lo Civil Nº 98 con la fecha de desalojo, los vecinos pagaban hasta 350 pesos por habitación, sin contrato que lo avalara. Frente a la amenaza del desalojo, Gilda se acercó a Pavón y Entre Ríos.

La mujer había viajado a Perú durante el verano para visitar a su padre enfermo y, según ella, “no le podían dar el subsidio por haberse ido del país”. La única cláusula del Programa de Emergencia Habitacional cercano al argumento por el que le negaron el subsidio es el que obliga a los beneficiarios a tener dos años de residencia en la ciudad. La condición era de un año hasta que el macrismo la modificó en 2008.

Gilda vive hace 15 años en la ciudad. Llegó para trabajar acá y enviar dinero a sus dos hijos para que terminen su educación. “En el Perú no había trabajo, lavaba ropa en la calle y el sol (la moneda peruana) se había devaluado. No podía comprar ni una mazamorra”, recuerda. Para cumplir su objetivo se metió en una “agencia de trabajo” en la que la enviaban a limpiar casas en el día y por la noche le daban una cucheta para dormir por 300 pesos al mes. Como era mucho compartía la cama con otras mujeres.

Después alquiló una casilla y tuvo que aceptar que su hija dejara los estudios para trabajar con ella en una fábrica de almohadas. “Espero que nos permitan acceder a una casa digna. Acá todos trabajamos”, asegura como si tuviera que justificarse. Volvió a cocinar para ganarse la vida. A la noche, entre las ollas, las hornallas y la cocina hará lugar para el colchón.

Por las malas

Estela Urquiza permaneció varios minutos abrazada a su hija, de 11 años, mientras un integrante del Grupo Especial de Operativos Federales (GEOF) le apuntaba con un arma a la cabeza. Las dos estaban sobre la cama matrimonial que apenas cabe en la habitación de dos por cuatro en la que viven junto al papá. Los tres llegaron hace cinco años al Hotel El Cid, de Constitución, “en plan transitorio”, después de que la crisis de 2001 achicara las posibilidades de trabajo y anulara las de pagar el alquiler del departamento.

Allí sobreviven 40 familias, algunas desde hace 20 años. Hasta el año pasado, pagaban hasta 600 pesos por una pieza donde la mesita de luz se usa para comer y donde la humedad es la reina del hogar. Sin embargo, desde entonces enfrentan una causa por “usurpación”. Según los vecinos, los problemas comenzaron cuando la antigua dueña se fue y la reemplazó Carmelo, un hombre que en las reuniones de conciliación en la Justicia aseguró regentear varios hoteles. “Las cosas van a cambiar, vamos a desalojar a todos”, fue la carta de presentación del nuevo encargado, aseguran los vecinos.

Los encargados del operativo del GEOF no presentaron ninguna orden de expulsión aquella noche. “Los chicos quedaron con miedo y los más grandes tememos salir a la calle y no encontrar nada al volver”, cuenta Estela, mientras camina por el patio central del hotel de tres pisos, donde en la noche de la represión “los adolescentes fueron acostados boca abajo y los palos de escoba fotografiados como armas”, recuerda.

En la causa registrada en el Juzgado N° 7 en lo Contravencional y de Faltas de la Ciudad, el fiscal había solicitado el “desalojo preventivo” o de “restitución anticipada” contra los inquilinos, sin permitir su legítima defensa. La medida fue apelada y los vecinos continúan resguardados con el respaldo de organizaciones como el Serpaj.

“No podemos permitir que nos saquen a la calle. El fiscal me recomendó que me vaya por mi nena: ‘¿Voy a agarrar todas mis cosas y me llevás a tu casa?’ le respondí. Se creen que es un capricho nuestro, no se dan cuenta que no tenemos dónde ir”, se desquita Estela.

En un año de negociaciones, la causa pasó por tres juzgados de la ciudad, y no hubo acuerdo en la mesa de diálogo con el gobierno porteño. Los inquilinos no quieren recibir el subsidio habitacional de 700 pesos, ni el monto de los diez meses contemplados por el programa, en un solo pago. “No alcanza para pagar una habitación de hotel y, además, cuando se termina el subsidio estás de nuevo en la calle. Queremos que nos permitan entrar en un plan de pago para tener un techo digno y definitivo”, reclama Estela.

Eterno retorno

“¡Apurate, no tenemos todo el día para vos!” Con esa invitación, un policía de la Federal le daba el ultimátum a Angela Chavarry para irse del hotel Carlos Gardel, en Tucumán al 2200. Junto con ella, 50 familias más fueron expulsadas a la calle, y allí recién se les entregó la orden de desalojo. “Ponían mis cosas en bolsas y las arrojaban por las escaleras. Los muebles se los llevaron en un flete a un depósito judicial y no los pude recuperar”, rememora Angela.

Antes del 8 de julio pasado, las familias habían presentado un amparo ante el juzgado competente para que el gobierno porteño los asistiera. El Ministerio de Desarrollo Social pidió una prórroga de 15 días para responder a la solicitud, con el repetido argumento “no hay plata”. Con la prórroga cumplida llegaron los palos y los fletes. “El gobierno no nos ayudó. Al final del día, un asistente social me ofreció ir a dormir a un parador separándome de mi esposo. Lo rechacé y me ofreció un subsidio que todavía no pude cobrar”, denuncia Angela.

Las primeras semanas durmieron en el local de la Coordinadora de Inquilinos de Buenos Aires (CIBA), amontonados con otras doce familias desalojadas. Mientras tanto el CIBA le consiguió una pieza en otro inquilinato de Caballito. “Si no fuera por la ayuda que recibí de la organización, estaría durmiendo debajo de un puente”, agradece. Otras diez familias viven en las habitaciones del inquilinato, una antigua casa que en el fondo alberga otras construcciones precarias de madera de pino. Hace tiempo que el antiguo dueño dejó de cobrar los alquileres y vendió el terreno con los habitantes adentro. Ahora, una empresa constructura espera el desalojo que tramita en el Juzgado Nacional en lo Civil 96.

Hoy Angela cuida a su niña, que sufre del corazón, y pasa el día sola con los perros que impregnan de olor el inquilinato, mientras los vecinos van y vuelven de sus changas y su marido de una obra en la que le pagan 50 pesos por día en La Plata. “Otra vez esperando un desalojo. Si nos echan de acá, ¿dónde vamos a ir? En las noches me levanto, miro la puerta y me vuelvo a acostar. No sé cuándo van a llegar.”


http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-153446-2010-09-20.html

Vivir en demolición

Por N.L

En Chile 1227, un antiguo edificio de dos plantas está hueco como si fuera el depósito de un barco de ladrillos. Sin embargo, un albañil de la obra no se encarga de remover los escombros sino que controla la entrada. “Lo puso el nuevo dueño, para controlar el movimiento en la casa.” La sospecha es de Mirta González, la inquilina del departamento 4. Para llegar a su casa hay que recorrer todo el pasillo que debería conducir a los departamentos de la planta baja, de los cuales sólo queda la estructura y algunos caños a la vista, y después subir las escaleras.

En el departamento, el piso se hunde sobre una de las esquinas del comedor, los azulejos del baño se rompieron el día que se desprendió el tragaluz por los sacudones de la demolición. Mirta vive allí con sus dos hijos desde 2005, cuando firmó un contrato de alquiler con vencimiento en agosto 2008.

“No hace falta firmar un nuevo contrato, son buenos inquilinos”, reprodujo Mirta las palabras del hombre que le alquilaba el departamento. Ella siguió pagando sin contrato hasta agosto de 2009, cuando el dueño no llegó más a cobrar. “En septiembre me llegó una carta documento de desalojo por adeudar los pagos de abril a agosto”, contó indignada, mientras mostraba el documento con la intimación del supuesto nuevo dueño. El dueño había vendido el edificio con los inquilinos adentro y el nuevo propietario intenta desalojarla. Desde entonces, algunos vecinos comenzaron a irse, “uno de ellos arregló con el nuevo dueño, pero a mí nunca vinieron a hablarme”.

Desde marzo comenzaron a llegar los albañiles para demoler. Ya no queda mucho, y el departamento de Mirta casi flota en el aire. Donde estaba el departamento tres, espera para ser colgado en la fachada el cartel de una empresa constructora que anuncia oficinas.

“En Desarrollo Social se niegan a darme el subsidio. Me piden mil papeles y después me dicen que no son válidos”, apuntó Mirta. Desde que llegó de Salta, hace más de 20 años, trabajó limpiando casas, pero desde que se lesionó el brazo, luego de caer por las escaleras por enredarse en un alambre que quedó de la demolición del departamento cinco, no tiene fuerza ni para pelar una papa.

“En los hoteles no aceptan a familias con chicos, te cierran las puertas y un departamento es imposible, ¿dónde voy a conseguir un garante? Estoy atrapada”, aseguró. Aguantó las lágrimas, el perro corría por todo el departamento, miró las cajas de madera con algunas de sus pertenencias embaladas: “Me voy preparando, dicen que para el desalojo llegan sin avisar”.